Io sono l'amore
“El amante” un nombre totalmente cliché, ya
que nos trae a la mente alguien casado que es infiel. Nos referimos a una
película italiana del año 2009, en donde Tilda Swinton interpreta a Emma, una mujer instalada en
la alta sociedad italiana actual. Casada con Tancredi (Pippo Delbono), hijo de
un poderoso empresario textil. Ella puede desear y hace lo que quiere.
Uno de sus hijos, Edoardo
(Flavio Parenti) tiene un amigo chef Antonio (Edoardo Gabbriellini), un hombre
joven, apuesto y talentoso. Cocina increíblemente. Es laborioso, metódico
y logra platos increíbles. Luego de un par de encuentros casuales y sexuales, Ambos
serán atraídos por una pasión intensa y
tendrán que enfrentar la manera de vivir su relación en un escenario complejo
donde las traiciones se pagan y con creces.
La siguiente historia se fundamenta
en lo que es conocer y experimentar con
un amante, se dice que la mayoría de las mujeres engañan con motivo muy
fundamentado inmersas en relaciones desgastadas por el dolor y el tiempo, hace
pocos días vi esta película y me imaginé como sería para una mujer que está con
una vida prácticamente realizada, con su marido, hijos, etc.
Algo así como la “perfecta casada”, la cual va descubriendo que su marido no era quien dijo ser en un comienzo y poco a poco se va desenamorando de él.
Algo así como la “perfecta casada”, la cual va descubriendo que su marido no era quien dijo ser en un comienzo y poco a poco se va desenamorando de él.
"Catalina
era una espléndida mujer de 34 años, físicamente de estatura
promedio, cabello muy largo rubio oscuro, ojos de un color celeste tan intenso
que a ratos encandilaban, tez blanca y nariz pecosa, con una maravillosa figura
voluptuosa, tenía un hermoso hijo de 10
años, el cuál era su adoración y un marido de su edad, el cual merecía toda su
repulsión.
No
se debe mal entender el asunto, ella fue muy feliz con su marido, por un buen
tiempo, se había casado a los 20 años en una increíble y envidiable ceremonia,
fue novia de su marido desde los 17 años, y quedó embarazada a los 23, amaba a
su esposo con todas sus fuerzas, las cuales se fueron debilitando cuando
comenzó a descubrir una serie de eventos que la hicieron dudar de la fidelidad
de él para con ella.
Se
comenzó a dar cuenta que
estando embarazada, él llegaba a altas horas de la noche, su carácter había
cambiado con ella para mal, contestaba largos llamados en medio de la
madrugada, hasta que un día, con su gran panza de 8 meses y medio mediante un
esfuerzo decidió esperar fuera del trabajo de él y lo siguió, como en una
persecución de película en donde el protagonista toma un taxi y le indica al
chofer: “siga ese auto”, en este caso esperaba con su hermana mayor, en el auto
de la misma, Jaime su marido, salió del
trabajo hablando por celular con una sonrisa de oreja a oreja, nadie le sacaba
de la mente a Catalina que él la engañaba del modo más cruel, sin pensar en
ella, ni en su amor, y lo que es peor aún, el hijo que llevaba en su vientre.
Su hermana arrancó el auto y lo siguieron hacia el sur de la ciudad, luego de
media hora de persecución estacionaron el vehículo y descubrieron lo que tanto sospechaba, Jaime tocando el timbre en
una casa, en un lugar de clase muy sencilla, abrió la puerta una mujer mayor,
de unos 35 años, se besaron en los labios como si se amaran de verdad y no se
hubiesen visto en años, luego se abrazaron y el entró a la casa.
Fue
un hecho tan común en la vida, pero tan impactante para ella que rompió bolsa,
su hermana muy asustada, la llevó a urgencias, ya que en ese preciso instante iba
a dar a luz a su bebé.
Después
de un largo trabajo de parto, y las insistentes llamadas no contestadas hacia
Jaime por parte de la hermana de Catalina, nació el bebé, Francisco lo llamó,
un bello niño muy sano. Al otro día apareció su marido, con la excusa de
cualquier infiel, trabajé hasta tarde, me dormí y no pude llegar a tiempo, etc.
Pasaron
los años y Catalina jamás le dijo a Jaime lo que sabía, se lo guardo y le hizo
jurar a su hermana que callara, juro también que algún día se iba a vengar por
todo el daño que su marido le había causado, y no fue solo con esa mujer,
descubrió a lo largo de los años que él había tenido más de un amante, su auto
estima se fue a lo más profundo de la tierra, se sentía fea, se sentía gorda,
que no valía en lo más mínimo, solo su bello hijo la hacía sentir bien.
De
pronto a los 30 años, comenzó a recuperar la estima y el amor propio, tomó
clases de danza árabe, salió a hacer ejercicios de cardio con su mejor amiga,
algunas noches al mes iba a bailar salsa con su grupo de amigos, y por supuesto
sus descargos cada vez que estaba enojada, eran algo terrible en contra de su
marido, el cual no parecía realizar reclamo alguno como si supiera que los
gritos y exigencias de ella eran su karma.
Además de todo esto Jaime tenía
muy buen pasar, por lo que era capaz de complacer todo capricho material de Catalina.
Una
noche cualquiera, en pleno verano, Catalina va a un conocido Happy Hour en el
centro de la ciudad, junto a sus amigas, pasado un rato se aproxima a la barra para a pedir un trago mientras sus amigas la esperan en una mesa
frente a la pista de baile, y se le acerca un hombre joven, de unos 23 años, de
pronto la saluda como si la conociera: “Hola Catalina, pero que guapa estás,
hace mucho no te veía”, a lo que ella responde: “ Perdón, pero ¿nos conocemos?”,
él le dice que si a lo que ella contesta: “ No recuerdo el haberte conocido, lo
siento”, el la mira, sonríe coquetamente y le
dice: “ Catalina, soy yo, Leandro, tu ex vecino, soy el hermano menor de tu ex
compañero de escuela, Ricardo, ¿recuerdas ahora?”, Catalina queda totalmente
sorprendida, Leandro era todo un hombre, muy hermoso por cierto, con un cuerpo
trabajado, tez morena y profundos ojos almendrados, de gran estatura y una
sonrisa perfecta, respondió nerviosa mientras se abrazaban: “ Por Dios, Leandro,
estás hecho todo un hombre, yo que te conocía como un pequeño revoltoso, como
pasan los años, me siento vieja”, él le responde: “ como dices eso Catalina,
estas más hermosa de lo que recuerdo”, en ese preciso momento, se sentó en la
mesa de él y conversaron durante horas, rieron durante horas, bailaron salsa, Catalina pensó que Leandro danzaba como los
dioses, volvieron a la mesa y se miraron como si fuesen cómplices de algún
inconfesable secreto y reían sutilmente.
Llegó la hora de cierre en aquel bar, por lo
que Leandro se ofreció a llevarla a casa, y también iría a dejar a una de sus
amigas si ella se lo pedía. Por lo que fue a dejar a sus amigas, y por último
la fue a dejar a ella, Catalina le pidió que estacionara el auto a unas dos
cuadras de su casa para que no hubiesen malos entendidos, por lo que él accedió
sin mayor problema, se despidieron con un beso entre la mejilla y los labios.
Esa
misma madrugada, Catalina no pudo dormir al haber visto a este maravilloso y
vigoroso hombre, que un día fue un pequeño niño revoltoso merodeando entre
adolescentes. Se quedo dormida pensando en ese cuerpo, sonrisa, labios, etc.
A
la mañana siguiente su marido se fue al trabajo, era sábado, mientras su hijo
dormía, llamó a su mejor amiga Patricia, le conto detalles de lo sucedido, a lo que
ella le recordó sin anestesia lo que debía hacer: “Ahí lo tienes Cata, tu
venganza te estaba esperando, es tiempo de pagarle a tu mal marido con la misma
moneda” a lo que ella respondió: “Pero Paty,
no me atrevo, no sé si hacer algo así”, su amiga indignada le contestó: “Como
que no, hace cuanto que no disfrutas, y cuantas veces te engaño ese idiota,
vamos, hazlo, como un juego, sin esperar nada, solo el goce de la venganza y el
placer”. Conversaron un poco más, y al
cortar el llamado, se Catalina fue directamente a la cocina y se preparó
desayuno ya que era el día libre de su ama de llaves, mientras bebía su café sentada en el comedor
diario de su cocina, pensó que tal vez si era el tiempo de vengarse por los años
de daño y desilusiones que Jaime le había causado, era tiempo de disfrutar con un hombre como Leandro, que
parecía perfecto para ingresar con un rol de amante en su juego.
Pasaron
los días y Catalina volvió a aquel bar, con un presentimiento de que esa noche
vería a Leandro, el cual se hizo realidad, volvió a encontrarse con él, quién
parecía estar más hermoso que la última vez que se vieron. Se volvió a acercar
a ella mientras sus miradas se cruzaban: “Sabía que volveríamos a coincidir, si
no era en este lugar, iba a ser algún otro, estas muy bella el día de hoy”.
Volvieron a sentarse en la misma mesa, conversaron un par de horas, Leandro le
rozó las manos, solo con mirarse y sin decir palabra, se fueron del lugar, entrelazando sus manos y sin avisar a nadie.
Él
la llevó a su departamento de soltero,
un lugar pequeño, un tanto sencillo pero no menos elegante con una decoración
que mezclaba el negro con el blanco, muy masculino, le sirvió un trago, se
sentaron juntos en el sofá de su pequeña sala, se miraron como si el fuego de
la pasión se les saliese por los poros, comenzaron a besarse de modo desesperado como
si lo desearan hace mucho tiempo, tuvieron una increíble noche, bastante
apasionada, algo que ella prácticamente había olvidado, no recordaba lo que era
disfrutar y llegar al máximo punto de excitación o tal vez nunca lo sintió
realmente.
Ya
eran las cinco de la madrugada, Leandro se había dormido, y Catalina exasperada
lo despierta y le indica que por favor la vaya a dejar a casa, que no quiere
tener problemas, a lo que él se levanta de la cama, le responde medio dormido, estando aún
desnudo, lo cual para ella era una maravillosa postal, es más, aún con su plenitud intacta, tomándola por la
cintura con fuerza y besando su cuello: “desearía que te quedaras el fin de
semana completo a mi lado, pero no quiero crearte problemas, así que te iré a
dejar a casa”, el rostro de Catalina enrojeció por el cumplido, y en silencio
se vistieron salieron del apartamento, y la fue a dejar, al momento de llegar,
tal como lo había pedido la primera vez, él recordó que debía dejarla a dos cuadras de su casa, cuando ella abrió la
puerta para bajar del auto, Leandro no
pudo evitar retenerla tomando su ante brazo y le dijo algo que sus ojos decían a gritos:
“Cata, yo…necesito seguir viéndote, no he podido dejar de pensar en ti, prometo no inmiscuirme ni opinar con respecto
a tu vida, y nadie sabrá lo nuestro, pero no quiero que te alejes de mí, el
haberte encontrado luego de tantos años, ha sido maravilloso.”
Después
de todo, este hombre 7 años menor que ella se convirtió en su amante de medio tiempo, se
veían una vez por semana, a veces en las tardes y otras por la noche, siempre
con las horas contadas, como si el reloj de arena estuviese frente a ellos y
corriendo.
Extrañamente,
Catalina no sentía culpa alguna por dicha situación para con Jaime, ya que él
no merecía el más mínimo sentimiento de pena, aunque el mayor temor de ella, especialmente por el bien estar de su hijo, era que su
marido la escuchara nombrar a Leandro en medio de la noche, ya que no había día
en el que no soñara con él..."