Amigos, el título lo dice todo, hace un par de semanas apliqué a
un concurso literario, con la certeza de que no ganaría nada ya que había más
de 1000 concursantes y obviamente muchísimos son mejores escritores que uno.
Pero de todos modos tuve una pizca de esperanza como toda una soñadora que soy.
El concurso se llamaba “Historias de sobre
mesa”, es decir, esa típica historia que cuentas en la mesa luego de la cena y
un par de copas. Envié dos cuentos, de los cuales ninguno fue ganador. El
premio principal era un viaje para dos personas a Milán con gastos incluidos
por una semana, me habría encantado ir, pero lo haré algún día. De todos modos
me invitaron a la premiación, por lo cual he decidido ir, toda experiencia
sirve para mejorar cada día, es lo que pienso.
He participado en un par de concursos en
donde solo una vez he recibido retribución, ya que 3 de mis micro relatos
fueron adicionados a un libro en España, no daré mas detalles de
esto porque son relatos de corte erótico y nunca sabrán como, donde y cuando.
(Risas, rostro enrojecido).
Algún día tendré ese reconocimiento que todo
escritor amateur espera, no lo digo en retribución monetaria, pero si me
encantaría que muchas personas puedan leer mis novelas, y disfrutarlas.
Mientras tanto les dejo dos micro relatos
con los cuales participé en este concurso.
Arroz como
engrudo, pollo al carbón y otros secretos del corazón.
Mi madre es una experta cocinera, su
trabajo es precisamente ser maestra de
cocina en el casino de un importante hotel aquí en la capital. Todos adoran sus
preparaciones, y para cada comensal
aplica una cuota de dedicación
mezclando especias y sabores.
La preparación de sus cenas en
festividad es algo que incluso los
Dioses del Olimpo podrían desear, no
solo en sabores y el porcionar, también en decoración y creatividad.
Una de esas
noches festivas en una cena de
navidad, le dije a mi madre: “Pero que deliciosa cena mamá, debes haber nacido
con la etiqueta de maestra”. A lo que ella me respondió con tristeza en su
rostro: “No es así hija, a tu edad convertía el arroz en engrudo, el pollo en
carbón y otros desastres que dejé en el olvido”. La miré sorprendida y dije: “No
lo puedo creer, me pregunto ¿Cuál es la
receta de tanta maravilla?”. Nunca olvidaré sus palabras: “Como madre soltera
he sido una sobreviviente, aunque fuese a desastres y dolor, aprendí gracias a
tu amor el cual siempre me motivó a
esforzarme más cada día”. Lágrimas de alegría recorrieron mi rostro, y para
amenizar el momento dije con gozo: “El pollo hermosamente se dora con un espléndido sabor y el arroz con tus encantos se decora ”.
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Los verdaderos
reyes de las olas
Pedro era un joven chef, a quién la vida de
excesos en la ciudad lo estaba aburriendo y cansando.
Debido a esto a un trabajo aprendiz de
maestro en construcción decidió aplicar, pero no en cualquier lugar. A
Pichilemu se quería trasladar, un pequeño lugar en donde el campo y el mar
podían cohabitar. De su excesiva vida deseaba escapar y así su yo completo
poder desintoxicar.
Llego un día en donde una llamada recibió,
era el arquitecto encargado de la obra
en aquel lugar, para indicarle que viajara cuanto antes a trabajar. Feliz corrió
por toda su casa, arreglo maleta con solo lo necesario, tomo un bus al lugar
exacto, al fin lo que había esperado toda su vida una huida a un maravilloso
lugar.
Tres
semanas llevaba en aquel pueblo, hasta que un atardecer disfrutando el aire marino, la lluvia a cántaros lo logró
alcanzar, lo cual no le molestó, amaba la sensación de lluvia mezclada con el exquisito aire marino.
De
pronto diviso una ola gigantesca, para su sorpresa bajo esta, había un hombre con equipo de buzo, el cuál llevaba una gran red en sus manos. "Un pescador"; pensó Pedro, pero eso no
fue todo, cinco hombres más salieron entre olas con pescados y mariscos en sus
redes, "Estos son los verdaderos reyes de las olas"; se dijo en voz baja. Luego se acercó a ellos para poder ayudar en su traslado
hacia la orilla de la playa ya que se
veían agotados. Luego sintió la necesidad de como Chef ofrecerse para un gran festín
preparar, los pescadores asintieron sin objeción alguna.
En ese momento a lo lejos divisó, a las mujeres de dichos
pescadores corriendo con fervor trayendo consigo leña, ollas, mantas, entre otras cosas. La lluvia cesó y la leve luz del sol se
acercó, una fogata prepararon, para llevar
a cabo la preparación del festín tan anhelado.
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