Espero hayan
tenido un buen fin de semana, me había desaparecido un poco, ya que estoy con
mis finales de la universidad, pero he vuelto para deleitaros con un nuevo
cuento, espero esto sirva para que intentemos ser felices con lo poco que nos
toca, espero os agrade :).
Valentín era su nombre, ciertamente un triste hombre, por
el mismo motivo, muy solitario, el mundo no comprendía su pesar diario.
Todo para él se transformaba en una tragedia griega en su
vida: “ Oh, mundo cruel, desdichado soy al tener este terrible trabajo, soy
explotado por tan bajo salario”, “oh terrible agonía el tener que oír los
gritos de mi mujer cada día al llegar a casa y los chillidos de mi pequeño hijo”,
“ Oh no, he de morir con el alto precio de los abarrotes, no sé si sobreviviré hasta que llegue el final de mes”, y así
sucesivamente se quejaba de todo lo que lo rodeaba, y lo que no también, con
los noticiarios y la guerra al otro lado del mundo, con su mujer, con su
trabajo, con su hijo, con todo lo posiblemente existente.
En su trabajo lo llamaban, el Sauce Llorón, un árbol,
nombrado científicamente como Salix babylonica, esta especie es llamada
así según dicen por la forma de sus ramas hacia abajo, o tal vez solo sea una
especie que absorbe lamentos de personas que pasan a su lado.
Su jefe cada año lo cambiaba de departamento dentro de la
empresa, para ver si se mantenía de mejor modo, pero volvían los lamentos cada
vez con mayor agudeza: “Oh, que será de mí con nuevas tareas que tal vez no
pueda cumplir, oh Dios solo quiero trabajar menos y que valga el dinero”.
Entre sus compañeros de labores se creaban un sinfín de comentarios:
“Yo creo que a Valentín deberían despedirlo, trae consigo una nube negra la
cual algún día podría llover sobre todos nosotros”, “Nada lo hace feliz, el
desea trabajar poco y ganar mucho dinero, cambiar a su mujer y a su hijo por una modelo, ser más joven y sin
esas canas que cada vez son mas notorias debido a sus lamentos”, “Debería dar
gracias por tener trabajo, salud y familia, es un mal agradecido ese sauce
llorón”.
Era cierto, las personas
sentían que prácticamente tenía una enfermedad infecto contagiosa
llamada Lamentitis Aguditis Purulenta, por lo que lo apartaban en todo momento,
si ingresaba al baño sus compañeros huían, si se acercaba a almorzar, todos
escapaban de él, por lo que tomaba su bandeja de almuerzo y la llevaba a su
puesto de trabajo, se sentaba en el piso, y comía allí, y adivinen...sí, lamentándose
nuevamente, “Oh mundo, gente envidiosa y mal hablada, algún día me las pagarán,
quisiera estar muy lejos, desaparecer frente a los ojos de todo mundo y
descansar de tanta crueldad hacia mi persona”.
Ciertamente, con cada lamento un nuevo cabello blanco
crecía en su cabeza, tampoco deseaba llegar a casa ya que sufría con cada quejido de su mujer, los gritos y juegos de su
hijo, y las cuentas atrasadas que llegaban cada mes sin piedad.
Una tarde cualquiera, todos sus compañeros hablaron con
el gerente para protestar debido a Valentín, querían que lo despidieran
definitivamente o todos se volverían como él, indicaban que aborrecían su
comportamiento, que no los dejaba trabajar en paz.
Esa misma tarde al oír las quejas de sus compañeros sobre su estado anímico permanente, caminó sin
rumbo, unos cientos de kilómetros sin noción de tiempo, hasta que anocheció.
Llegó a un muy solitario campo, con una pequeña casita
blanca rodeada de árboles, sentado allí siguió sus lamentos una y otra vez, incluso se
lamentó por la desgraciada vida de las hormigas diciendo que se sentía una de
ellas, trabajando de sol a sol por una hoja, de pronto sus lamentos se transformaron
en llanto junto con gritos desesperados, fue tanto lo que lloró que en un instante
sus brazos se transformaron en ramas, su cuerpo en tronco, y sus pies en raíces
las cuales se arraigaron por completo a la tierra, se había convertido en lo
que realmente debió ser desde el momento en el que apareció en este planeta, un
sauce llorón.
Dicen que en ese campo se oyen lamentos del sauce al compás del viento, se sentía lamentar por las aves sobre sus ramas, por sequía, la lluvia, o los perros que esparcían su orina en lo bajo de su
tronco.
Valentín estaba destinado a vivir un lamento superior a
su vida como ser humano, ya que los árboles viven mucho más que los hombres.
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