Amigos, esta entrada va dedicada a la navidad y sus cosas hermosas, es un cuento basado en la realidad y algo de ficción también, verán un poco de la película "Slumdog Millionaire", también algo de otra llamada "Life Stinks", etc. El dinero ayuda pero el amor es lo que al final prevalece, y este en sí puede lograr cosas maravillosas, espero os agrade :).
Roberto era su nombre, aunque sus amigos y conocidos lo llamaban "Robertito". Cada mañana se levantaba muy
temprano para agradecer a Dios por el nuevo día y alimentar a sus dos perros,
Tulio y Guaripolo. En efecto, los perros habían adoptado los
nombres de los famosos personajes de "31 minutos", pues era uno
de sus programas de televisión preferidos.
Salía de su
casita de cartón bajo el puente Pio Nono, y corría hacia la superficie a
buscar comida para sus perros y para él, la señora Clara de la panadería lo esperaba cada mañana escondida en la
puerta trasera de aquel lugar para darle un poco de café, pan y algo para acompañarlo, ya sea queso, jamón, o lo que fuera, él como siempre se demostraba plenamente
agradecido.
Le daba a sus amigos vagabundos, a sus perros, y se iba directamente a la biblioteca pública para entrar a leer algún libro en alguno de sus salones, mientras que Tulio y Guaripolo lo esperaban fuera tomando el sol o la sombra, dependiendo siempre del clima, aunque Robertito siempre vestía un abrigo y un chaleco, pareciera que el frío invierno hubiese calado tan profundo en su cuerpo que el verano no le hacía sentir calor.
Le daba a sus amigos vagabundos, a sus perros, y se iba directamente a la biblioteca pública para entrar a leer algún libro en alguno de sus salones, mientras que Tulio y Guaripolo lo esperaban fuera tomando el sol o la sombra, dependiendo siempre del clima, aunque Robertito siempre vestía un abrigo y un chaleco, pareciera que el frío invierno hubiese calado tan profundo en su cuerpo que el verano no le hacía sentir calor.
Leía tan alegre
que pasaban las horas rápidamente, hasta que su estómago le indicaba que ya era
hora de almorzar, por lo que se acercaba a un
pequeño restaurante llamado “Como en casa”, en donde el dueño don
Alfonsino le daba lo que había sobrado de comida para él y sus perros, siempre
le daba comida de sobra mientras que él le agradecía con una amable
sonrisa, repartía
nuevamente la comida entre los
vagabundos amigos y sus fieles perros.
La tarde
transcurría en el cerro Santa Lucía,
donde él y sus perros eran muy bienvenidos debido a su caballerosidad y respeto, en la parte mas
alta del cerro, jugaba con sus perros y se divertían juntos por horas, mientras
las personas, entre ellos turistas extranjeros de todo el mundo lo miraban y lo
llamaban “El loquito del centro”, inventando un sinfín de extrañas historias
con respecto a su persona y el por qué se transformo en vagabundo.
A la edad de 3 años Roberto salió de su casa sin rumbo desde la ciudad de Viña del Mar, llegando a Santiago a manos de un ladrón de bebes el cuál lo iba a vender a unas personas de Nueva Zelanda o algún lugar nórdico, ya que era un hermoso y fino bebe de cabello oscuro y ojos azules como el cielo primaveral.
A la edad de 3 años Roberto salió de su casa sin rumbo desde la ciudad de Viña del Mar, llegando a Santiago a manos de un ladrón de bebes el cuál lo iba a vender a unas personas de Nueva Zelanda o algún lugar nórdico, ya que era un hermoso y fino bebe de cabello oscuro y ojos azules como el cielo primaveral.
La señora Clementina
ya tenía 73 años, vivía sola en un pequeño departamento en el centro de la
ciudad, había sido profesora Normalista, aunque jamás pudo tener hijos, mismo
motivo por el cuál su Marido la dejo siendo una mujer muy joven, un hecho que
jamás superó ya que se mantuvo en un luto eterno.
Tomó al pequeño
entre sus brazos con mucha delicadeza mientras este lloraba desconsoladamente,
ella le susurraba hermosas palabras hasta que él se calmó. Pasó a comprar junto a Robertito mucha leche
y comida para alimentarlo.
Así
transcurrieron 14 años en los que Clementina, o “mamita Cleme” como la llamaba
Roberto, cuidó, educó y amó con todo a este jovencito.
Una tarde de otoño llegó el momento en el que ella tenía que irse de este mundo, a los 87 años, mientras él llegaba a casa luego de dar la prueba de aptitud académica ( un examen para entrar a la universidad), entro al departamento y encontró allí a su mamita Cleme tendida en la cama con un rostro muy sereno y lágrimas que aún corrían en sus ojos cerrados, llamó a la policía para que se la llevaran y así darle un digno entierro. Luego de unos días al llegar del cementerio, Roberto se tendió en la cama de ella y lloró hasta que su cuerpo se cansó hasta dormirse completamente.
Una tarde de otoño llegó el momento en el que ella tenía que irse de este mundo, a los 87 años, mientras él llegaba a casa luego de dar la prueba de aptitud académica ( un examen para entrar a la universidad), entro al departamento y encontró allí a su mamita Cleme tendida en la cama con un rostro muy sereno y lágrimas que aún corrían en sus ojos cerrados, llamó a la policía para que se la llevaran y así darle un digno entierro. Luego de unos días al llegar del cementerio, Roberto se tendió en la cama de ella y lloró hasta que su cuerpo se cansó hasta dormirse completamente.
Pasó un mes hasta que su mejor amigo Tomás llegó a su casa, tocó y tocó el timbre, gritando. “Roberto, abre la puerta, se que estás allí,
por favor”, hasta que abrió la puerta, abrazó a su amigo y este le mostró el
periódico “El Mercurio”, en donde se encontraba la lista de resultados de la
prueba de admisión a la universidad, efectivamente, Roberto había sacado el
puntaje más alto del país en todos los exámenes, pero esto no le contentaba en
lo más absoluto, aún estaba de duelo, por lo que le dijo a Tomás que por favor
se fuera y lo dejara solo.
Lloró un
tiempo más hasta que una tarde
cualquiera tocaron el timbre, al abrir la puerta, era un extraño señor de traje
gris, cabello blanco y sombrero, “Buenas tardes don Roberto, mi nombre
es Oscar Allende, soy el abogado de la señora Clementina, necesito hablar con
usted”, “si claro, adelante don Oscar”.
Aquel hombre pasó, tomaron asiento y el abogado le indicó que él era heredero de todas las posesiones de Clementina, el departamento, su pensión y un dinero que ella había guardado en una cuenta bancaria. Roberto lo miró con los ojos llenos de lágrimas y le indico que no deseaba las posesiones de ella, pero el abogado insistió, a lo que él le respondió: “ Don Oscar, por favor, no deseo las posesiones de ella, lo mas valioso que tengo es su bello recuerdo, le ruego busque a personas que lo necesiten, done el dinero de la cuenta a un hogar de huérfanos, la pensión úsela usted si desea y el departamento déselo a una familia que lo necesite, ya cumpliré 18 años, así que firmare todo lo necesario para traspasar esos bienes, ahora le entregare las llaves de este departamento para que usted haga lo que le pido, esta misma noche me voy”, El abogado lo observó atónito, asintió a regañadientes y luego se fue.
Aquel hombre pasó, tomaron asiento y el abogado le indicó que él era heredero de todas las posesiones de Clementina, el departamento, su pensión y un dinero que ella había guardado en una cuenta bancaria. Roberto lo miró con los ojos llenos de lágrimas y le indico que no deseaba las posesiones de ella, pero el abogado insistió, a lo que él le respondió: “ Don Oscar, por favor, no deseo las posesiones de ella, lo mas valioso que tengo es su bello recuerdo, le ruego busque a personas que lo necesiten, done el dinero de la cuenta a un hogar de huérfanos, la pensión úsela usted si desea y el departamento déselo a una familia que lo necesite, ya cumpliré 18 años, así que firmare todo lo necesario para traspasar esos bienes, ahora le entregare las llaves de este departamento para que usted haga lo que le pido, esta misma noche me voy”, El abogado lo observó atónito, asintió a regañadientes y luego se fue.
Esa misma noche
Roberto dejó el departamento, solo se llevó un bolso con libros y una foto de
la dulce Clementina.
Llegó a vivir a
la calle, y así ha pasado sus años como vagabundo, hoy tiene 38 años, claro que no es un
vagabundo cualquiera, además de culto es muy respetuoso y querido por los
locatarios del centro.
Una tarde de
primavera, exactamente un día jueves 30 de noviembre, los vagabundos tenían una
sorpresa para Roberto, lo habían inscrito secretamente en el concurso
televisivo llamado “Quién quiere ser millonario”, sorprendido no supo que
responder, a lo que prácticamente lo obligaron y lo llevaron al canal de
televisión para que participara en dicho concurso. Ciertamente un hecho
histórico ya que jamás había concursado un vagabundo.
Llegó al lugar,
lo maquillaron, luego lo vistieron con un traje muy elegante, y solo quedaban
dos minutos para salir al aire, respiró profundamente y dijo “Dios, que sea tu
voluntad” y comenzó el programa.
El animador, un
robusto señor al cual llamaban “Don Panchito”, muy reconocido a nivel internacional, lo presentó, le indicó
las reglas del juego, el cual constaba de 15 preguntas, 3 comodines y un premio
total de 200 mil dólares.
Pasó una hora
entre respuestas completamente correctas, sin uso de comodines y algo de su
emotiva historia de vida, hasta que llegó el momento crucial, “ Muy bien
Roberto, esta es tu última pregunta, si contestas correctamente ganarás el
premio mayor para realizar todos tus sueños”, esos segundos fueron eternos,
mientras Roberto pensaba en que su sueño era regalar todo el dinero, los telespectadores estaban reventando el People Meter del programa, jamás lo había
visto un país completo, incluso fue visto a través de internet en todo el mundo,
estaba generando un fenómeno ya que hasta ese momento ni siquiera había
utilizado algún comodín.
“Roberto última
pregunta, ¿Cual es la fecha en donde se genera el llamado Solsticio de invierno?:
Alternativa a
“Entre el 20 y 23 de junio”.
Alternativa b
“Entre el 21 y 27 de junio”.
Alternativa c:
“Entre el 10 y 15 de junio”.
Alternativa d
“Entre el 21 y 25 de junio”.
Alternativa e
“Ninguna de las anteriores”.
Roberto sabía
exactamente la respuesta, ya que se hacia llamar a sí mismo Solsticio de
invierno por sentir frio casi en toda época del año.
-“Alternativa a Don
Panchito”, -“¿Respuesta definitiva?” dijo el conductor, -“sí, definitiva” respondió Roberto.
Don Panchito
indicó que era un momento de hacer pausa, fueron los dos minutos más largos de la vida de Roberto, luego, al volver al aire, el conductor repitió la pregunta con
las alternativas, además de la respuesta
definitiva y gritó “vamos a ver”, hubieron segundos de silencio y el animador
entusiasmado dijo “Respuesta correcta Roberto, eres millonario, ponte de pie
para recibir tu premio, pero dime algo ¿Qué harás con el dinero?” a lo que él
respondió “Celebrar con mis seres queridos”.
Pasaron los días
y Roberto fue al banco en donde se había guardado el premio de su dinero, para
realizar un vale vista por un monto de 195 mil dólares a nombre de una
fundación de ayuda a niños con cáncer, y los 5 mil dólares restantes los
necesitaba en efectivo.
Casualmente a la
ejecutiva bancaria se le llenaron los ojos de lágrimas mientras realizaba los papeles de transacciones ya que
su padre había muerto de cáncer hace algúnos años.
Pasados los minutos con las transacciones bancarias ya realizadas, se dirigió a un restaurante cubano, en donde escuchaba siempre que pasaba por fuera melodías muy alegres por lo que decidió entrar, lo observaron como un insecto de la peor calaña, hasta que de su pequeño bolso cruzado sacó dos mil dólares, y pidió reservar el lugar para una cena que incluía a 10 personas, anotaron su petición y canceló en efectivo, luego salió del lugar.
Pasados los minutos con las transacciones bancarias ya realizadas, se dirigió a un restaurante cubano, en donde escuchaba siempre que pasaba por fuera melodías muy alegres por lo que decidió entrar, lo observaron como un insecto de la peor calaña, hasta que de su pequeño bolso cruzado sacó dos mil dólares, y pidió reservar el lugar para una cena que incluía a 10 personas, anotaron su petición y canceló en efectivo, luego salió del lugar.
Luego caminó un
par de cuadras y se dirigió a una pequeña imprenta en donde mostró el efectivo
y pidió 9 invitaciones de lujo e indico las direcciones de cada persona para
ser enviadas, sin remitente.
Siguió su camino
y llegó a una tiendita de artículos de acero con enmarcación, sacó el dinero y
pidió nueve regalos distintivos, los cuales indicó fueran enviados al restaurante
cubano a la fecha y hora que indicaba.
Llegó el gran
día, la noche del 23 de diciembre, se dirigió al restaurante para afinar cada
detalle de la cena que había preparado, el lugar estaba decorado con hermosos
motivos festivos y un gran árbol de navidad.
Había enviado
invitaciones a sus 9 amigos y cercanos,
de los cuales 5 eran vagabundos como él y el resto locatarios del centro entre
ellos la señora de la panadería, el dueño de un restaurante, el señor de un local de periódicos, y a la enfermera del servicio de urgencias del hospital público del centro.
Esperó y cada
persona llegó puntual a la reunión algunos sorprendidos al saber que la invitación recibida era de su parte, cada quién con la mejor de sus vestimentas,
mientras él los abrazaba en la entrada de aquél lugar y les indicaba que tomaran
asiento en la mesa más hermosa y grande del lugar.
Se dirigió a la
mesa y tomó asiento en la cabecera de esta. Mientras todos disfrutaban con
extrema felicidad, Roberto se levantó de la mesa, alzó su copa de vino mientras
todos alzaban las suyas, y brindó por
todos: “Amigos míos, este para mí es el mejor regalo de navidad, el poder
compartir con ustedes tan hermosa fecha del año, gracias por estar siempre
conmigo, eso vale más que cualquier premio millonario del mundo”. Mientras se
oía de fondo la bella melodía de “Have yourself a merry little christmas”, la
favorita de mamita Cleme.